Insomnio.
Cuando cada latido duele, y las horas no acaban, cuando las lágrimas ahogan y la oscuridad de la noche trae el recuerdo del adiós, es entonces cuando te fijas en que todo esta perdido. Y no recuerdas como era dormir. Dormir, cuando dejabas de existir por unas horas, dejabas de sentir cuanto había a tu alrededor, aterrizabas en otro lugar proyectado por tu imaginación.
Insomnio.
Y otra vuelta en la cama, y las sábanas empiezan a agobiar, a penas han pasado unos minutos y sigues igual con los ojos como platos, incapaz de cerrarlos, por dos motivos: No puedes quedarte dormido, y tienes miedo de caer en un recuerdo más intenso del que, en si, la soledad de tu noche te está causando. Dejas de sentir frío y calor.
Insomnio.
Producido por el sonido del reloj, que nunca antes había escuchado, o al menos no sonaba tan fuerte, ahora te retumban los oídos. Quito la pila y un intenso pitido atormenta mi cerebro, no hay sonido alguno, me agobio, todo en silencio, en una atmósfera áspera y cargada de nada, tu odiabas el silencio. Y así te vuelvo a recordar.
Insomnio.
Y otra vuelta, y me siento en la cama, meto la cabeza entre mis piernas, me tiro del pelo, y el insomnio sigue acechando, me vuelvo a tumbar, miro al techo y me frusta verme en un sitio tan cerrado, no hay estrellas, necesito aire, cielo, Luna, estrellas.
Entonces huyo de la silenciosa, axfisiante y estrecha casa, y corrí a la calle, me retumbo en unas escaleras... Aire, puedo respirar de nuevo, las estrellas vigilan cada uno de mis movimientos, la Luna parece cansada, el sueño vuelve de nuevo, y mis ojos empiezan a pesar, lo he conseguido me estoy quedando dormida.
[...]
Y aterrizo en un mundo proyectado por mi misma, donde revivo cada recuerdo contigo. ¿Entonces? La peor de las pesadillas.